La palabra prima y primo posee para las comunidades afrovenezolanas, una fuerte connotación afectiva y estructurante. La relación de parentesco sanguíneo y filial entre los hijos e hijas, fundamentalmente de las hermanas de la familia, es la base para que se construyan alianzas entre las generaciones siguientes. Las y los primos se inventan juegos, se cohesionan durante los momentos clímax de la vida de los pueblos (San Juan, Semana Santa, fiestas patronales, entierros, etc.), y hasta implementan proyectos religiosos, comunitarios o artísticos que involucran muchachas y muchachos, que viven dentro y fuera de los pueblos de origen. Esa fue la fuerza orgánica que “en-primó” a los proyectos de investigación-militante: Floriana, Ceclaya y Sabores de la Memoria Afro, en el marco de la celebración de San José de La Sabana, en la zona centro-norte costera venezolana, este pasado marzo de 2022.
¿Primas? Es que ustedes son nietas de… de la diáspora afro
Cuando una va a su pueblo, al pueblo de sus abuelos y abuelas, siempre le sale familia nueva. Es numerosa la lista de tíos y tías que una logra hacer, y por supuesto, la de las y los primos. Pero, sea cual sea el camino que se escoja, siempre se llega al tronco común de la abuela o el abuelo que se conoce como el eje de la familia. El trabajo investigativo y militante de la diáspora afro en general, también funciona así. Esta ha engendrado muchos hijos e hijas-proyectos para su reivindicación. Lista interminable de iniciativas que se parecen, que provienen de una línea de pensamiento, que se hermana una con otra; trabajos que nacieron en tiempos similares, pero en geografías distintas, etc. En esta oportunidad, las iniciativas que entre primas se conjugaron tienen su parecido en el tema de interés que abordan: la alimentación y la memoria. Y aunque visto desde diferentes ángulos, tienen la misma abuela común, la diáspora afro.
Por un lado, está Floriana, propuesta de cimarronaje cultural, que rehabilita los saberes y haceres de la gastronomía, específicamente dulcería afrovenezolana. Está coordinado por Flor Márquez Ugueto, Eliel Brizola y Royma Rovero, desde hace más de dos años. Por otro lado, se encuentra Ceclaya, el Cumbe de Estudios de Cátedras libres África y Afrodiaspóricas, coordinado por Zenobia Marcano, Héctor Gutiérrez y Lilia Ana Márquez Ugueto, con más de un año de actividades. Ceclaya tiene como objetivo contribuir, desde la investigación-militante a la lucha contra el racimo sistémico y sus expresiones manifiestas en la vida cotidiana de los pueblos que fueron racializados por la diferencia colonial. Y finalmente, está Sabores de la Memoria Afro (SMA), un proyecto colaborativo sobre raza y alimentación, co-coordinado por Meyby Soraya Ugueto-Ponce y Ana Felicien desde el 2020, ambas pertenecientes al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). SMA se interesa por comprender los procesos que han determinado qué y cómo lo comemos, cómo y dónde lo producimos, para indagar el lugar de estos conocimientos y prácticas en una estructura jerárquica racializada de cuerpos, territorios y saberes. Esto con el fin de hacer visible la injusticia alimentaria condicionada a lo étnico-racial en Venezuela.
Estas tres iniciativas, con objetivos propios, decidieron reunirse tras poseer un tronco común: el trabajo por la valoración, el reconocimiento y la reparación de las culturas negras en Venezuela, a través del análisis de la alimentación y la memoria. Resultó necesario unir y profundizar esfuerzos, luego de haber transcurrido dos años de pandemia por la COVID-19; y asumir los grandes retos que, en materia socioeconómica y política, vive la Venezuela actual, desde la parte que nos toca. Pero, ¿Qué mejor manera de cimarronear estas dificultades si nos es con la propia lógica de la cultura afrovenezolana? ¿Si no es con las ideas locas que se nos ocurrían a las y los primos cuando nos juntábamos en vacaciones? Recordemos a nuestras abuelas, mamás o tías yéndonos a buscar al río con aquella frase en la boca; y quizá con la correa en la mano: “Ay estos muchachos si inventan. Vamonó, pa la casa. Ya está bueno ya”.
El invento: las Ugueto y el trabajo académico-militante como una apuesta en el territorio
Lilia Ana y Flor (Poy), las hijas de Lilia, la de la calle la Filita por un lado; y Soraya (porque en la familia nadie le dice Meyby), la hija mayor de “Nano”, el fotógrafo, uno de los hijos de Humbertico, uno de los telegrafistas, por el otro, nos sabemos primas por el tronco común de la familia Ugueto que nos une. Los apellidos Ugueto-Escobar, El viejo “sapito”, Guillermo Ugueto, y la el origen costeño, nos lo hacen saber.
El trabajo de investigación-militante de cada una, en pro de la causa afrovenezolana en dos centros académicos (UBV e IVIC), nos unió en Caracas y no precisamente en el territorio de nuestros antepasados. Cosas de la diáspora. Las hijas de Lilia pertenecen al lado materno de la familia Ugueto; y la nieta de Humbertico pertenece al lado paterno de ese tronco. Soraya, enraizó más por el lado materno, el pueblo hermano de Curiepe; precisamente a causa del carácter matricentrado de la cultura afrovenezolana advertido al inicio de este escrito. ¿Recuerdan que mencionamos el lugar preponderante que tienen las hermanas de la madre en la construcción de la noción de primo y prima? Pues, precisamente por su carácter afectivo y estructurante, esta noción reorganiza el parentesco y tiene la capacidad de unir a las generaciones siguientes, tanto de los troncos maternos y paternos, para seguir nutriendo la familia extendida afrovenezolana; y la familia extendida en la militancia. Por eso, Eliel, Royma, Zenobia, Héctor y Ana se hacen parte también de esta familia extendida en la militancia académica.
El camino de las Ugueto en Caracas también tuvo fruto en la acción colectiva de “Trenzas Insurgentes”, el colectivo de mujeres Negras, Afrovenezolanas y Afrodescendientes, que se creó en el año 2013 de la mano de Casimira Monasterio y Beatriz Aiffil. Mirada con la que también nos acercamos a esta “juntanza” en el Pueblo de La Sabana. Pero volvamos al río donde jugaban las y los primos durante vacaciones. En esta oportunidad, en Caracas, el regaño se invirtió, aquella frase de las mujeres de la casa, ese “ya está bueno ya” se sintió, pero para dejar la Capital e irnos al territorio. “Vamonó pa´ su río, pa´ su playa, pa´ su procesión”. El territorio hizo el llamado desde uno de sus momentos clímax, el que lo prepara para la unión de todas y todos: la celebración de San José, el patrono del pueblo de La Sabana. Se puso de relieve la importancia de volver a los territorios tras los dos años de ruptura que habían constituido la pandemia. Se puso sobre la mesa la oportunidad de que Trenzas Insurgentes, dialogara con mujeres organizadas en los territorios, y al mismo tiempo, unir esfuerzos para nutrir y nutrirse desde y con el pueblo de La Sabana, en proyectos de investigación sobre raza y alimentación, memoria social y local, agencia de género, gastronomía y productividad; precisamente desde el territorio que nos unía consanguíneamente.
San José marcó la pauta
Las actividades religiosas-festivas son uno de los principales ejes organizativos de la vida espiritual, social y política de la diáspora africana en Venezuela. En La Sabana resaltan varias, San Juan Bautista, La Cruz de Mayo y San José, el patrono. Este contexto ceremonial es propicio para el encuentro, el reencuentro, pero también para la planificación y proyección de actividades, en este caso, entre sabaneros y los proyectos articulados por el “primismo”, el invento pues, de las Ugueto.
El acercamiento a las mujeres organizadas alrededor de la alimentación y la memoria, sobre todo la llamada “granjería” local, se hizo al tiempo que daba la fiesta y la propia dinámica de los productos que ellas elaboraban. En medio de sus actividades, realizamos entrevistas y conversaciones, donde tuvimos la oportunidad de mencionar los objetivos que nos propusimos a la par de invitarlas a mencionar los de ellas, y así poder construir una agenda común. También tuvimos la oportunidad de acercarnos y conocer a las distintas organizaciones que son parte del pueblo, conocer el funcionamiento en la preparación y puesta en marcha de las actividades dedicadas al patrono y a sus devotos: la misa, la procesión, el velorio, la calenda, la fiesta en el club, etc. Una serie de hitos que permitieron comprender desde adentro y en un primer momento, la vida, sentir y ritmos del pueblo; para hacer cónsona la agenda que traíamos desde nuestras conversaciones iniciales en Caracas.
La imagen, el video, el sonido y la voz fueron captadas; fueron registrados por el equipo del Centro Nacional de Fotografía (CENAF), a cargo de Orlando Ugueto, su director. El equipo articuló su proyecto institucional llamado “La Cayapa Fotográfica”, a los intereses investigativos de Floriana, Ceclaya y Sabores de la Memoria Afro.
Construcción de estrategias comunes
El saldo organizativo de este primer encuentro plantea una asamblea popular donde se presenten las rutas de cada proyecto y los posibles caminos de articulación. Floriana se compromete con el diseño y la organización de un Encuentro de Saberes para pensar juntas en el acervo del pueblo de La Sabana. En ese contexto, Sabores de la Memoria Afro ofrece la plataforma divulgativa del proyecto para exponer relatos, rubros, platos y prácticas de las mujeres, desde la narrativa afrodescendiente. SMA ha llamado a este proceso “memorias alimentarias”, las cuales serán parte de las actividades de discusión sobre racismo alimentario, que se dará con la comunidad de La Sabana. CECLAYA, se compromete con la sistematización de los procesos para su futura socialización y divulgación.
Esperamos pues, que esta familia extendida, donde la diáspora afro es la abuela, crezca en La Sabana, haciendo que los proyectos que hacen vida en territorio costero, nos acojan como sus nuevos primos y primas; para así seguir inventando, en pro de mejorar nuestra calidad de vida como afrovenezolanas y afrovenezolanos.
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